comparsa-cabezudos-banda-la
Comparsa cabezudos

La década de los años veinte se mantiene en las coordenadas fijadas en las precedentes.

1923 fue un mal año para las fiestas del Entroido, según informaba el día 2 de febrero “Nuevo Támega”, “El Sr. Alcalde a dado órdenes a sus agentes para que prohiban terminantemente los tiznes y harinas los días de Carnaval, multando o deteniendo a los que infrinjan sus órdenes”.

comparsa-diante-casa-consis
Comparsa delante casa consistorial

Esto, que suponía una verdadera liquidación por la vía legal del Carnaval en la calle, de las populares “fareladas” de largo alcance histórico en la fiesta local, no tuvo mas que una muy relativa repercusión popular. Un anónimo “Flor Fariñas”, que en “El Eco de Monterrei”, informa de los festejos, alude explicitamente a esa Ordenanza, con una larga parrafada, que muchos verineses suscribirían en esencia de medio siglo despues: “Hablar del Carnaval de Verín y no hablar de la harina que desde tiempo inmemorial domina en él saliendo tan alba, tan pura y tan de primera como vino de la fábrica. La harina que nos visita a diario para alimentaar nuestros hogares, nos visita también para alimentarlas fiestas carnavalescas, ha llegado tarde por miedo a Romanones, pero enterada de que era cojo y de que el martes por la tarde se le había agudizado el padecimiento, se decidió a dar una vuelta por el pueblo ya entrada la tarde. Entró en todas las casas en las que encontro la puerta franca, siendo recibida en todas ellas con grandes aplausos por la simpatía con que cuenta tan singular señora”

comparsa-la-alegreia-1936
Comparsa La Alegría 1936

Continúa diciendo Flor Fariñas: “Contribuyó en gran medida a tan entusiasta recibimiento la creencia de que este año no nos visitaría, debido a la guerra que le hace el insulso confetti, que al sernos enviado desde Madrid, nos trae todas las inmundicias de las calles de la corte, y la inaccesible serpentina que por ser tan larga… de preciso quedó corta en el consumo. Demos un adiós de conmiseración y de lástima al confetti y a la serpentina, condenados a pasar un año entero en las tinieblas de los almacenes comerciales y demos un viva a la harina, porque no puede morir lo que constituye el pan nuestro de cada día”

comparsa-na-avenida-luis-es
Comparsa en la Avenida Luis Espada

La prohibición de la alcaldía también afectaba a los “Cigarróns”, máscara que anunciaba, con el comienzo del año la llegada del Entroido. El alcalde prohibía en este año de 1923, la circulación de “Cigarróns”, “..que no lleven autorización escrita suya; estando dispuesto a suspender a los agentes que los consientan, sin dicho requisito, impidiendo, aún en este caso, que suenen los cencerros al pasar por delante de las iglesias de la villa”. Si esa parte de la censura se llevó o no a rajatabla, nada nos dicen los cronistas de la época. Lo que se deduce de la información que tenemos es que la Ordenanza debió quedar sobre el papel o no se ejecutó taxativamente, pues no suscitó polémica posterior, ni en la reuniones corporativas, ni en los semanarios locales. Ese año las sociedades “La Tertulia”, “La Peña” y “Casino de Verín” se celebraron bailes muy concurridos y el Entroido de la calle siguió decayendo ante la carencia de máscaras originales y comparsas organizadas. “La Indianola”, comparsa que se preparaba para correr el Entroido, no pudo salir a la calle al encontrarse enfermos varias de sus fundamentales voces, con lo que se esfumó la única oportunidad de animar las calles de aquel año.

comparsa-pierrots-1921
Comparsa Pierrots 1921

Como si el Entroido presintiese los negros años que se avecinaban, el de 1935 fué de “gran esplendor”, según “El Támega”. Ya en el San Antón, y pese a caer tarde el Carnaval, (algo que afectaba de una manera muy distinta a la actual), se celebró un baile de máscaras en el Bar Aurora, animada por la orquesta del Café la Bilbaina de Ourense. Fue, según “Monterrey” el despertar de unos festejos que serían de los más brillantes de la primera mitad del siglo. El tiempo excelente que hubo al comienzo de la gran fiesta, contribuyó poderosamente a que Domingo, Lunes y Martes las “fareladas” y el desfilar de las máscaras fuesen constantes. “Los Zingaros” y “Los Holandeses”, salieron el Domingo y el Martes, contribuyeron con las piezas de su repertorio, sus vistosas carrozas y su buen hacer a la animación de las calles y plazas. Domingo y Martes se celebran ese año bailes en el Bar Aurora y La Peña, con asaltos el Lunes, día en el que se celebró en el Casino de Verín -lugar donde ya comenzaran los asaltos el Jueves de Comadres- el tradicional baile de esa sociedad, con cena americana de por medio.

Filosofaba publicamente uno de los cronistas locales de la época diciendo “la alegría ruidosa de las multitudes suele ser la máscara de los dolores intimos del pueblo”, parafraseando a algún intelectual contemporáneo suyo. A partir de 1936, no por carecer el pueblo de dolores intimos pudo expresarse con ruidosa alegría. El Carnaval del año en el que se desencadenó la Guerra Civil, ya estuviera muy deslucido: Bailes en Cafés, Bares y Casinos, un par de comparsas que salieron a la calle no llegaron a hacerles olvidar al vecindario las tensiones que se estaban incubando y que pocos meses más tarde desembocarían en el fatal desenlace belicista. El Carnaval tuvo que esperar a que la Guerra Civil finalizase para ir, poco a poco, recuperando locales donde celebrarse.

Volver ao índice